Las implicaciones de las aguas verdes
Artículo de Jesús Morón y Alberto Blanco
El cambio climático es un fenómeno arraigado en la sociedad del siglo XXI. Cuando pensamos en cómo nos afecta, todos imaginamos las altas temperaturas derritiendo los casquetes polares y provocando la desaparición del oso polar. Sin embargo, solemos obviar que los efectos del cambio climático, y en definitiva, de la acción humana, van más allá del desastre a miles de kilómetros de distancia. Una consecuencia evidente y cercana es la pérdida de calidad de agua de los embalses, lagos y ríos donde nos bañamos, pescamos o incluso de los que nos abastecemos. Los cada vez más frecuentes afloramientos de algas y cianobacterias son una prueba inequívoca de este efecto en los ecosistemas acuáticos. Es por ello que organismos e instituciones alrededor del mundo están en alerta para abordar este problema (Chorus, 2012; World Health Organization (WHO), 2011).
Las cianobacterias, también conocidas como algas verde-azuladas, son bacterias que aparecieron en la Tierra hace unos 2.700 millones de años (Fig. 1) (Brasier et al., 2002). Desde entonces, su papel en la evolución de la vida ha sido esencial gracias a su capacidad de realizar la fotosíntesis. Este proceso, en el cual el dióxido de carbono y el agua se convierten en compuestos orgánicos y oxígeno mediante la captación de luz, ha ayudado a la creación de la atmósfera aerobia que ahora respiramos. Millones de años de evolución les han permitido desarrollar múltiples estrategias de supervivencia y a colonizar una alta variedad de ecosistemas, tanto terrestres como acuáticos (Meriluoto et al., 2016). Son habitantes comunes de agua dulce, salobre y salada, y su proliferación puede ocurrir incluso en aguas prístinas, sin impacto antropogénico.