¿Por qué consideramos el agua usada como un residuo?

El Día Mundial del Agua 2017 se centra en las aguas residuales


 

Desde 1996, cada 22 de marzo se celebra el Día Mundial del Agua. Para este año 2017 la ONU se ha fijado en el agua residual y ha elegido el  lema ¿Por qué desperdiciar agua? El objetivo es invitar a reducir el consumo y reutilizar el agua.

Después de haber usado el agua, por ejemplo en nuestros hogares, la consideramos residual. Si fuéramos rigurosos y objetivos no pasaría por nuestra mente calificarla como residuo pues contiene porcentajes próximos a cien de agua, un recurso que todos conocemos que es escaso, cantidades aprovechables del recurso de más riesgo de desabastecimiento como es el fósforo y contiene materia con carbono e hidrógeno suficiente como para aprovecharlos generando energía.

¿Por qué insistimos en llamarla “residual”? Me inclino a pensar que es la fuerza de la historia. Desde la antigüedad hemos pretendido alejarnos de las aguas usadas  pues, aunque hasta muchos siglos después no se descubren los microorganismos patógenos, intuíamos que tenerla cerca no era bueno para la salud. Un buen ejemplo de este tipo de infraestructuras es la romana “Cloaca Máxima” de la que aún quedan vestigios. Los sistemas modernos de saneamiento aparecen por primera vez  en Londres en la segunda  mitad del siglo XIX después de un llamativo suceso. A las antiguas redes de alcantarillado de la ciudad llegaban en cantidad creciente los desechos generados por el moderno wáter, patentado seis décadas antes. Estas redes no estaban preparadas para el nuevo servicio. El seco y caluroso verano de 1858 dio lugar a un episodio conocido históricamente como el “great stink” (la gran pestilencia). El olor en Londres era de tal intensidad que las cortinas del parlamento se empapaban con cloruro cálcico para aliviar de olores a sus señorías. Este episodio facilitó la elaboración en 18 días de una norma que aseguraba la financiación de una red de saneamiento en la ciudad. Pocas normas habrán sido elaboradas con mayor rapidez en cualquier parlamento.

​Los modernos tratamientos de agua residual aparecen unos años más tarde. En 1913 surge el sistema de tratamiento por “lodos activos” y dos años más tarde se construye la primera depuradora moderna. La repercusión de este desarrollo sobre la salud pública fue considerada por los lectores de la revista científica British Medical Journal  a nivel similar al descubrimiento de los antibióticos, de la anestesia o de las vacunas. Mientras todo el mundo ha oído hablar de Fleming o Pasteur, muy pocos conocen a los ingenieros químicos británicos Ardern y Lockett descubridores del sistema de lodos activos; vaya para ellos un modesto pero merecido homenaje en el Día Mundial del Agua que tiene como tema el agua residual.

En los años 20 del pasado siglo comienza una larga carrera para tratar el agua residual urbana que lleva a los países desarrollados a una cobertura de tratamiento de alrededor del 80%. Los tratamiento permiten, a duras penas, recuperar algo de energía y en algunos cosas reutilizar de manera restrictiva el agua tratada.

A pesar de los esfuerzos para librar a los ciudadanos del riesgo sanitario, en países en vías de desarrollo la cobertura de tratamiento apenas sobrepasa el 30% y en países pobres solamente un 8% de sus aguas tienen algún tipo de tratamiento.  Cifras similares a estas llevaron a Gro Harlem Bruntland a decir en 2001, cuando era directora general de la Organización Mundial de la Salud, que “mucho antes de que se establecieran los modernos sistemas de salud, los países industrializados redujeron drásticamente los niveles de enfermedad relacionados con el agua a través de una buena gestión de la misma. Todavía incluso en esos países se siguen produciendo brotes de enfermedades transmitidas por el agua, a veces con consecuencias letales. En los países en vías de desarrollo esas enfermedades arruinan la vida de los pobres”. Alrededor de la cuarta parte de las muertes en el mundo se deben a enfermedades infecciosas  y la mayoría de ellas tienen al agua como vector en la transmisión.

¿A qué se refería Brundland en 2001 cuando hablaba de riesgos para la salud en países desarrollados? Hablaba de riesgos relacionados con microorganismos patógenos emergentes, algunos de ellos de origen animal, contaminantes químicos emergentes y el cada vez más preocupante problema de los microorganismos resistentes a los antibióticos.

¿Tienen alguna relación los problemas de salud publica vinculados al agua y considerarla como un residuo? Hasta ahora la hemos tratado como tal y eso dificulta la gestión. Hemos considerado que depurar el agua es un mal menor, que invirtiendo en las infraestructuras de una depuradora y tratando el agua “residual” reducimos el riesgo para la salud humana y para la naturaleza. La creciente escasez de agua y la necesidad de aprovechar los recursos que contiene la denominada agua residual irá cambiando nuestra forma de gestionarla. Usaremos procesos de tratamiento cada vez más eficientes y cambiará la manera de gestionar el ciclo urbano del agua de manera que llegaremos a contemplarlas como verdaderas fábricas de productos tan valiosos como agua, nutrientes y energía. La eficiencia  en el tratamiento para la recuperación de los recursos hará disminuir a su vez el riesgo para la salud.

Proyecto iMETland. Un biofiltro en el que bacterias electroactivas en combinación con materiales electroconductores purifican hasta 25.000 litros de agua por día. FILVER+. Los filtros verdes representan una de las alternativas en materia de tratamiento de aguas residuales para pequeños núcleos de población.

 


Eloy García Calvo. Director del Instituto IMDEA Agua.

Published On: marzo 21, 2017

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